Publicado en El País de Cali el 2 de septiembre del 2025

El Caribe latinoamericano atraviesa tensiones políticas, navales y militares. Usualmente, solo dos o tres buques de guerra y guardacostas de Estados Unidos patrullan la zona.

Esto cambió hace unas semanas, cuando el gobierno de Donald Trump decidió enviar ocho buques adicionales: tres destructores, dos de desembarco, uno de asalto anfibio, un crucero y un buque de combate.

Además, el 29 de agosto ingresó al canal de Panamá el lanzamisiles USS Lake Erie, que se unió al USS Iwo Jima. En total, se desplegaron 4.500 marineros e infantes de marina, un submarino de ataque nuclear y aviones de reconocimiento.

Aunque Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, aseguraron que la misión busca golpear al narcotráfico en el Caribe, la operación ha generado nerviosismo en el régimen de Nicolás Maduro. Washington lo acusa de liderar el Cartel de los Soles y ha elevado la recompensa por su captura hasta 50 millones de dólares, la más alta de la historia.

Conviene recordar que en abril de 2020 Trump ya había anunciado medidas similares contra el narcotráfico en el Caribe, desescaladas después por Joe Biden por su alto costo e ineficacia. Igualmente, algunos han trazado paralelos con la invasión a Panamá en 1989, cuando George H. W. Bush envió 20.000 soldados para capturar a Manuel Noriega.

Pero el caso venezolano es distinto: Venezuela es mucho más grande y compleja que Panamá, y la fuerza desplegada hoy es muy inferior. Además, Trump ha sido reacio a iniciar guerras; pese a su retórica combativa, junto con Biden es el único presidente estadounidense del siglo XXI que no ha comenzado un conflicto armado, a diferencia de Bush en Irak y Afganistán u Obama en Siria.

El verdadero objetivo de la operación es político. Según James Bosworth en The Economist, se trata de “una excelente oportunidad para la foto”: una manera de exhibir poderío en el Caribe, obtener cobertura mediática favorable y, con suerte, capturar a algún narcotraficante, como sucedió ayer cuando sus fuerzas armadas atacaron un barco del Tren de Aragua que dejó 11 muertos.

También busca enviar un mensaje a las Fuerzas Armadas venezolanas, incentivando a que alguien cercano a Maduro lo traicione y encabece un golpe. Tras su accidentada reunión con Vladimir Putin en Alaska, Trump pretende recomponer su imagen interna y proyectar firmeza externa.

Por ello, las comparaciones con Panamá resultan erróneas, así como la idea de una inminente invasión a Caracas. Trump no busca ni una guerra ni un desembarco directo. Lo que pretende es que, bajo la presión de las recompensas y el despliegue militar, algún miembro del entorno de Maduro lo entregue. Mientras tanto, tratará de capitalizar réditos políticos con la captura de capos menores, como sucedió con el Tren de Aragua.

En Colombia, las repercusiones no serían menores: la presión en el Caribe puede desviar las rutas de la droga hacia la frontera con Ecuador y el Pacífico, agravando la ya delicada situación de seguridad en el Valle del Cauca y pacífico colombiano. En últimas, más que un preludio de guerra, lo que está en juego es la capacidad de Estados Unidos de proyectar poder y alterar dinámicas criminales en la región, con un impacto que podría sentirse con especial crudeza en nuestro país.

MARIO CARVAJAL CABAL

Consultor Senior de Asuntos Públicos para IDDEA Comunicaciones

Twitter: @Mariocarvajal9C

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