Aranceles
Publicado en El País de Cali el 5 de agosto del 2025
El pasado 1 de agosto, el presidente Donald Trump impuso nuevos aranceles sobre una variedad de productos provenientes de 92 países. Las tarifas oscilan entre el 15 % —que afecta a socios tradicionales como la Unión Europea, Israel, Japón, Ecuador y Costa Rica— y del 35 % o más, aplicado a naciones como Suiza, Serbia y Myanmar. Aunque inferiores a las anunciadas en abril, durante lo que Trump llamó su ‘día de liberación comercial’, estas medidas generaron turbulencias inmediatas: el Dow Jones y el S&P 500 abrieron a la baja, mientras los mercados europeos y asiáticos también acusaron el golpe.
Lo más paradójico es que esta oleada proteccionista podría ser jurídicamente efímera. Según Foreign Policy, una corte federal ya ha cuestionado la legalidad de los fundamentos invocados por Trump, y se prevé que el caso escale hasta la Corte Suprema. Sin embargo, aun si los aranceles son eventualmente revocados, su impacto geopolítico no tendrá marcha atrás.
Durante décadas, Estados Unidos fue arquitecto de un orden liberal global basado en reglas, previsibilidad y libre comercio. A través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), promovió una estructura institucional que redujo progresivamente los aranceles y facilitó el desarrollo económico global. Para ilustrarlo: antes de esta reciente escalada, los aranceles promedio entre EE.UU. y la Unión Europea eran de apenas 1,35 % y 1,47 %, respectivamente, según datos del think tank Bruegel.
Ese equilibrio acaba de romperse. Bajo el nuevo esquema, EE.UU. impone un arancel del 15 % a productos europeos, salvo contadas excepciones —componentes aeronáuticos, equipos de semiconductores, chips, y ciertos productos agrícolas—. La UE, que exporta más de US$300 mil millones anuales a EE.UU. (más del 20 % de sus exportaciones), verá cómo muchos de sus productos se encarecen para los consumidores estadounidenses.
Como contrapartida, el acuerdo anunciado por Ursula von der Leyen y Trump incluye la eliminación total del arancel europeo a productos estadounidenses (del 1,35 % al 0 %) y la compra, por parte del bloque, de US$750 mil millones en productos energéticos —petróleo y gas natural— durante los próximos tres años. Pero esta supuesta ‘victoria’ para Washington es, en realidad, pírrica. La Unión Europea ya tenía incentivos para diversificar su matriz energética para disminuir su dependencia del gas ruso. El resultado: una herida innecesaria a un socio estratégico, en un momento de tensiones geopolíticas.
El problema va más allá de Europa. Trump también ha apuntado sus cañones arancelarios contra Brasil, imponiendo un recargo del 40 % a sus productos. Y ha sancionado a Alexandre de Moraes, magistrado del Supremo Tribunal Federal, quien lidera la investigación contra Jair Bolsonaro por su presunto intento de revertir el resultado de las elecciones de 2022. El mensaje es claro: EE.UU. no dudará en utilizar su poder económico para satisfacer los intereses políticos del mandatario de turno.
Así, lo que Trump presenta como logros tácticos en la arena comercial, podría devenir en derrotas estratégicas. Su proteccionismo erosiona el poder blando estadounidense, socava alianzas históricas y abre espacio para que potencias como China ofrezcan una alternativa al orden liberal. En lugar de celebrar el ruido de una caja registradora proteccionista, Washington haría bien en recordar que su verdadera fortaleza siempre radicó en la capacidad de atraer, no de imponer. En otras palabras, si EE.UU. sigue dinamitando el orden que alguna vez lideró, pronto descubrirá que en geopolítica, como en historia, el vacío rara vez queda desocupado.
MARIO CARVAJAL CABAL
Consultor Senior de Asuntos Públicos para IDDEA Comunicaciones
Twitter: @Mariocarvajal9C